Diálogo Misionero
Entre todas las interesantes conversaciones que he tenido en este tiempo viviendo en Quito, hubo una hace dos semanas que puso a trabajar mi cerebro un poquito más de la cuenta. Fue un diálogo misionero que se organizó por la visita de uno de los principales líderes de movilización misionera en América Latina que estaba visitando la ciudad. Me gustó mucho la sencillez de la reunión. Nos mezclábamos en el salón, desde lo más “duros en el tema” hasta los más neófitos, entre ellos yo por supuesto. Aunque no duró mucho el diálogo, con mucha humildad se abordaron ciertos temas. Se compartieron ciertas cifras actualizadas, como el número de misioneros latinos en el campo (9.200), porcentaje de ellos trabajando en Latino América (60%), porcentaje de género femenino entre ellos (54%), etc. Mientras se compartía esta información, los asistentes formulaban preguntas y hacían comentarios, muy apropiados a mi parecer. Estaba tan interesante “la conversa” que hasta yo por ahí hice unos cuantos comentarios, desde el punto de vista de una joven que quiere ser misionera.
A continuación trataré de escribir en resumen lo que algunos compartieron, sin profundizar mucho sobre los temas. Aunque parezcan puntos muy básicos para muchos, es necesario tenerlos bien claros; y para los que recién están incursionando en el mundo de las misiones (sobre todo a esos jóvenes con un deseo sincero de ser misioneros) por favor, mucha atención. Ojo señores, es pura realidad latina:
Estos dos últimos puntos los compartí yo, desde mi joven experiencia, de lo que he percibido y de lo que he vivido (debo confesar). Aunque sentí que sonaron un poquito controversiales mis comentarios, necesitaba decirlos. Y sólo para reflexionar un poquito más y para terminar, comparto dos historias de la vida real sobre el tema.
Primer caso: Jotajota es un joven cristiano, como sabe decir él, desde que tiene uso de razón y hasta los huesos. Siempre le gustó servir a Dios en la iglesia y participar en todas las actividades que le era posible. Tocaba la guitarra y ministraba las alabanzas, predicaba en los buses, era actor y hasta vendedor ambulante, todo por la obra de Dios. Su vida era su familia, sus estudios en el colegio y la iglesia. Se graduó con las mejores notas. Luego entró a estudiar al instituto bíblico con la idea de algún día servirle a Dios como pastor o misionero, a tiempo completo. Al terminar el instituto, decidió conversar con su pastor, y le contó sobre las ganas que tenía de servir al Señor y entregar su vida por completo a la obra. Su pastor, al ver tal entusiasmo y sin mayor detalle, le dijo que fuera entonces a servir como misionero a un pueblo lejano y que comenzara una obra. El muchacho inexperto y sin ninguna preparación para ser misionero, en su inmadurez no se creía capaz de enfrentar tal desafío, así que se lo confesó a su pastor. El pastor, algo desconcertado, no dijo más ni tampoco insistió. Jamás volvió hablar del tema con él. Después de esa conversación, el muchacho se sintió tan mal por no haber sido capaz de afrontar el reto, y desistió de su llamado. Entró pronto a la universidad, estudio una carrera prometedora, y se dedicó por completo a ella. Hoy Jotajota aunque es muy exitoso en su profesión, se siente muy infeliz. Él sabe que tiene un llamado especial para servirle a Dios, pero no sabe cómo volver a tener la misma pasión y la decisión de convertirse en un misionero. Hace poco conversando con Jotajota me contó su historia y me confesó que le hubiera gustado que en medio de su inmadurez, su pastor hubiera tenido el interés y el tiempo de indagar el porqué de su temor a afrontar tal responsabilidad. Hubiera estado muy dispuesto a recibir algún consejo de su parte, hasta cree él que si el pastor lo hubiera animado lo suficiente, y explicado más sobre el proyecto, y con un poco de paciencia y preparación misionera, lo hubiera tomado.
Segundo caso: Pedro fue un chico rebelde toda su vida. La vida para él era una continua fiesta, no sabía lo que significaba la responsabilidad. Nunca había pensado en plantearse metas, ni mucho menos cumplirlas. Le gustaba la vida fácil, era medio hippie y sólo pasaba en la playa haciéndose amigo de cuanto extranjero pudiera. Un día, a los 18 años conoció al Señor, y fue tan grande el impacto en su vida al saber cuánto le amaba Dios, que decidió entregarle su vida a Él en servicio. Aunque le costó mucho, poco a poco decidió irse alejando de sus viejas amistades que lo tentaban a regresar a su vieja vida. No era el joven perfecto pero cada día lo intentaba de todo corazón. A pesar de esto, muchos no lo consideraban un buen cristiano. Algunas personas en su iglesia hablaban mal de él y otras cuantas no confiaban para nada en su sincero deseo de servirle a Dios. Pedro comenzó a considerar ser un misionero y una y otra vez, conversaba con su pastor, con mucha emoción, acerca de su llamado. A su pastor le costó confiar en él y entender lo que Dios estaba haciendo en su vida, pero al final lo hizo. Después de un año, de ser probado en paciencia, Pedro fue enviado a una comunidad en medio de la selva, donde está actualmente trabajando como misionero junto a otros compañeros. El pastor convenció a la iglesia de apoyarlo totalmente en finanzas, oraciones y todo lo que necesitara. Ya lleva dos años en el lugar, y hasta ahora sonrío al ver sus fotos de lo que Dios está haciendo a través de su vida.
A continuación trataré de escribir en resumen lo que algunos compartieron, sin profundizar mucho sobre los temas. Aunque parezcan puntos muy básicos para muchos, es necesario tenerlos bien claros; y para los que recién están incursionando en el mundo de las misiones (sobre todo a esos jóvenes con un deseo sincero de ser misioneros) por favor, mucha atención. Ojo señores, es pura realidad latina:
- Antes de que un misionero vaya a un campo determinado, debe investigar seriamente sobre las necesidades del lugar, y no solamente las espirituales. Si eres joven, y eres profesional, gloria a Dios. Tu servicio puede ser mucho más enriquecedor para la comunidad de la que formes parte. Y si no eres profesional, no descartes la posibilidad de ir, puedes ser muy útil en el campo. Lo más importante es tener muy claro a lo que vas, no aventurarte porque sí, sólo porque tienes el deseo de servir. El ser misionero es algo serio. No vayas a las naciones por puro placer de ser misionero, por puro hedonismo. Ser misionero es dar la vida por otros, es servir a otros. Por amor a tu prójimo, lleva un plan serio al lugar donde Dios te esté llamando. Y si Dios no te ha dado un plan, puedes unirte al plan que otros ya están desarrollando, sin estorbar el trabajo, con responsabilidad y eficacia.
- El ser misionero es una profesión y hay que tomarla en serio. Como toda profesión hay que prepararse. Y esto no lo dije yo, lo dijo un misionero que contó como testimonio que para llegar al campo, tuvo que pasar diez años preparándose seriamente. El confiesa que sí vale la espera. Definitivamente la preparación, entre otras cosas, efectiviza el trabajo en el campo. Y en la preparación se debe ser intencional. Saber en qué se debe preparar, según el llamado de cada uno.
- El dialogo misionero a la juventud debe ser más serio y que ayude a madurar su llamado. Se debe presentar a los jóvenes de manera urgente, la propuesta de ser misioneros de profesión y no solamente ofrecerles experiencias misioneras de corto (cortísimo) plazo. Es hora de dejar de subestimar a la juventud latina. Hay que considerar que muchos jóvenes que pasan toda la vida de viaje en viaje misionero de corto plazo, tienen el llamado para ser misioneros. Muchos de ellos se están desperdiciando (aunque suene duro) pudiendo dedicarse a un servicio a largo plazo y con resultados más efectivos y trascendentes.
- Se necesita un mayor acompañamiento a la juventud con llamados sinceros de ser misioneros. Es necesario ayudarles a madurar, animarles a que no desistan de su llamado a pesar de las limitaciones de nuestra realidad latina, y poder conectarlos con todo lo que ellos necesitan para seguir su carrera como misioneros, desde su preparación hasta llegar al campo.
Estos dos últimos puntos los compartí yo, desde mi joven experiencia, de lo que he percibido y de lo que he vivido (debo confesar). Aunque sentí que sonaron un poquito controversiales mis comentarios, necesitaba decirlos. Y sólo para reflexionar un poquito más y para terminar, comparto dos historias de la vida real sobre el tema.
Primer caso: Jotajota es un joven cristiano, como sabe decir él, desde que tiene uso de razón y hasta los huesos. Siempre le gustó servir a Dios en la iglesia y participar en todas las actividades que le era posible. Tocaba la guitarra y ministraba las alabanzas, predicaba en los buses, era actor y hasta vendedor ambulante, todo por la obra de Dios. Su vida era su familia, sus estudios en el colegio y la iglesia. Se graduó con las mejores notas. Luego entró a estudiar al instituto bíblico con la idea de algún día servirle a Dios como pastor o misionero, a tiempo completo. Al terminar el instituto, decidió conversar con su pastor, y le contó sobre las ganas que tenía de servir al Señor y entregar su vida por completo a la obra. Su pastor, al ver tal entusiasmo y sin mayor detalle, le dijo que fuera entonces a servir como misionero a un pueblo lejano y que comenzara una obra. El muchacho inexperto y sin ninguna preparación para ser misionero, en su inmadurez no se creía capaz de enfrentar tal desafío, así que se lo confesó a su pastor. El pastor, algo desconcertado, no dijo más ni tampoco insistió. Jamás volvió hablar del tema con él. Después de esa conversación, el muchacho se sintió tan mal por no haber sido capaz de afrontar el reto, y desistió de su llamado. Entró pronto a la universidad, estudio una carrera prometedora, y se dedicó por completo a ella. Hoy Jotajota aunque es muy exitoso en su profesión, se siente muy infeliz. Él sabe que tiene un llamado especial para servirle a Dios, pero no sabe cómo volver a tener la misma pasión y la decisión de convertirse en un misionero. Hace poco conversando con Jotajota me contó su historia y me confesó que le hubiera gustado que en medio de su inmadurez, su pastor hubiera tenido el interés y el tiempo de indagar el porqué de su temor a afrontar tal responsabilidad. Hubiera estado muy dispuesto a recibir algún consejo de su parte, hasta cree él que si el pastor lo hubiera animado lo suficiente, y explicado más sobre el proyecto, y con un poco de paciencia y preparación misionera, lo hubiera tomado.
Segundo caso: Pedro fue un chico rebelde toda su vida. La vida para él era una continua fiesta, no sabía lo que significaba la responsabilidad. Nunca había pensado en plantearse metas, ni mucho menos cumplirlas. Le gustaba la vida fácil, era medio hippie y sólo pasaba en la playa haciéndose amigo de cuanto extranjero pudiera. Un día, a los 18 años conoció al Señor, y fue tan grande el impacto en su vida al saber cuánto le amaba Dios, que decidió entregarle su vida a Él en servicio. Aunque le costó mucho, poco a poco decidió irse alejando de sus viejas amistades que lo tentaban a regresar a su vieja vida. No era el joven perfecto pero cada día lo intentaba de todo corazón. A pesar de esto, muchos no lo consideraban un buen cristiano. Algunas personas en su iglesia hablaban mal de él y otras cuantas no confiaban para nada en su sincero deseo de servirle a Dios. Pedro comenzó a considerar ser un misionero y una y otra vez, conversaba con su pastor, con mucha emoción, acerca de su llamado. A su pastor le costó confiar en él y entender lo que Dios estaba haciendo en su vida, pero al final lo hizo. Después de un año, de ser probado en paciencia, Pedro fue enviado a una comunidad en medio de la selva, donde está actualmente trabajando como misionero junto a otros compañeros. El pastor convenció a la iglesia de apoyarlo totalmente en finanzas, oraciones y todo lo que necesitara. Ya lleva dos años en el lugar, y hasta ahora sonrío al ver sus fotos de lo que Dios está haciendo a través de su vida.
Muy interesante y muy cierto. Ser misionero no es cualquier cosa demanda mucha responsabilidad por parte d quien tiene el llamado y el apoyo incondicional de la Iglesia en todas las maneras posibles. Las iglesias locales deben estar atentas de quienes d sus miembros pueden tener este llamado de parte de Dios y serles de ayuda en ese proceso d confirmación. Dios bendiga a todos los q le están sirviendo de esta forma y siga confirmando llamados.
ResponderEliminarbuen aporte Maho! ;)
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