¿Existen márgenes en tu vida?
El diccionario define al sosiego como el estado de tranquilidad o calma en algo o alguien. Y realmente en un mundo que va tan aprisa es desafiante vivir con sosiego.
Una vida llena de actividades, listas interminables de pendientes, mentes saturadas de tanta información, fácilmente nos agota y en casos extremos nos llegan hasta a enfermar. El sistema en que nos movemos puede llegar a ser muy cruel. Nos exige tener siempre una agenda llena con páginas escritas hasta los márgenes.
El huerto me ha dado muchas lecciones en este poco tiempo que me he dedicado a él. Pero sin duda, la lección más importante, y la que me la recuerda una y otra vez cuando me acerco a él, es la virtud de la espera, de bajar los cambios y vivir más despacio. El huerto me ha enseñado la importancia de los procesos, de cuán valioso es disfrutar cada etapa del crecimiento y cuidado de las plantas.
Hace poco leí una reflexión que hoy, recordarla me cayó como anillo al dedo. Se trata de la importancia de los márgenes, de esos espacios en blanco tan necesarios en la páginas, tanto para escribir como para leer. Dándole una aplicación a nuestras vidas, esos márgenes serían esos momentos de calma después de alguna actividad. Son espacios para parar, descansar, tomar apuntes, meditar, interiorizar y atesorar.
Y es que a veces hasta en nuestra relación con Dios, sin querer terminamos yendo de prisa. No se si a ustedes les pasa, pero en mis tiempos con Dios, mientras Él me está dando una nueva revelación, fácilmente paso de una verdad a otra y quiero traer obsesivamente todas las revelaciones anteriores que Dios ya me ha dado, ordenándolas y tratando que no se escape ninguna. Mientras hago esto, mi mente se cansa y termino restándole importancia a la Palabra que Dios tenía ese día para mí.
Hoy leía mi devocional, y el Señor me habló una vez más con tanto amor: “Me queda aún mucho más que quisiera decirles, pero en este momento no pueden soportarlo. Cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad” (Juan 16: 12, 13)
Con estas palabras Dios me recordó que Él no es un maestro severo que está enseñando sin descanso y tomándonos la lección a cada rato. Todo lo contrario, Jesús es un maestro que respeta los procesos y la capacidad limitada de sus discípulos. Hay cosas que entenderemos en un principio y otras que demoran más tiempo. El Espíritu Santo es un maestro, o más bien, un tutor amoroso que va revelando verdades en el transcurso de nuestras vidas de una manera medida y con propósitos especiales. Por amor Dios no nos revela todos sus misterios, como sabemos decir en Ecuador, “de golpe y porrazo”, porque sabe muy bien que eso sería demasiado para nosotros. Que nos satisfaga una sola Palabra de Dios en el día, que podamos meditarla y aplicarla a nuestras vidas.
Hoy Dios me recordó que no necesito ir de prisa con Él y que el Espíritu Santo también trabaja en los márgenes de nuestras vidas. Tengamos tiempos de descanso para valorar los grandes y pequeños detalles de la vida y no vayamos tan aprisa. No anhelemos tener una colección de anécdotas o lecciones aprendidas en la vida. Disfrutemos y atesoremos cada una de ellas en su momento y espacio. Todo tiene su tiempo, ¡vivamos un día a la vez!
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