Rabanitos y Fracaso
Cuando los rábanos o cualquier semilla germinan, pero en especial
los rábanos, deben recibir mucha luz, lo que más puedan. Tenerlos en sombra no
es buena opción porque pasa lo que me pasó, los tallos se estiran buscando la
poca luz que pueden encontrar. Yo pensé, que en el lugar que los tenía, a media
sombra, sería suficiente, pero no fue así. Cuando pasa esto, dicen los
experimentados, que es mejor abortar esa tanda y sembrar nuevos rábanos, ósea
no perder más tiempo y empezar el proceso de nuevo.
Como buen principiante ilusionada, a mí me dio pena y me rehusaba
pensar que esas plantitas que ya estaban formadas, mal formadas, pero formadas al
fin y al cabo, tendría que desecharlas. Así que por pena y también por
curiosidad, quise dejarlas y experimentar por mi cuenta a ver qué pasaba. Durante
40 días y hasta un poco más, cuidé estos rabanitos, los regué todos los días, y
husmeaba cada cuanto, revisando bajo tierra si se iba formando algún bulbito. Y
como indicaba la experiencia de otros, ¡pues nada, no engordaron ni un poquito!
Hubo uno que medio engordó, pero al final cuando lo probé, resultó demasiado
picante. ¡Definitivamente fracasé! ¿Cómo lo tomé? La verdad es que bien. Quise
experimentar y eso valió para mí, aunque no obtuve cosecha. Además, como dice
el refrán “guerra avisada no mata soldados”. Ya sabía que podía pasar. Los
huerteros youtubers me habían adiestrado en tantos videos que miré, que los
fracasos en el huerto son muy comunes y no es motivo para desanimarse, mas bien
es una oportunidad para aprender de los errores y para volverlo a intentar.
Además, esta experiencia me llevó a pensar que la vida es como el
huerto. No es perfecta. No siempre salen las cosas bien o como esperamos. Mientras
vivamos en este mundo, nos toca lidiar con nuestra humanidad imperfecta, relaciones
imperfectas, familias imperfectas, trabajos imperfectos, comunidades
imperfectas, etc., etc. y etc. Para muchas personas, este tema no es un problema,
todo lo contrario, lo han abrazado o se han conformado con esta realidad. Estas
personas se llaman dualistas, que abrazan tanto el bien como el mal, no se
pelean con ninguno, ni aman ni satanizan uno más que al otro. Piensan: “Todo es
parte de la vida, es así y si no quieres amargarte la existencia es mejor que
lo aceptes”. Se casaron con Chana y con Juana, con el bien y con el mal.
Por otro lado, hay personas muy religiosas, y confieso haber estado
allí, que no ven al mal como una opción, que el fracaso es el demonio mismo
encarnado. Luchan en la vida por hacer las cosas bien y mantenerse puros todo
el tiempo. Su finalidad es la santidad o la perfección y cualquier cosa que se
atraviese, lo detestan con lo más profundo de su ser. Su deseo más grande en la
vida es experimentar el cielo en la tierra y que nada lo pueda frustrar.
El deseo de llegar a este estado de perfección es legitimo y es la
voluntad de Dios. Dios es santo y no hay imperfección en Él. El Reino original
que Él diseñó es perfecto y su mayor deseo es que formemos parte de él. Pero
resulta que el pecado dañó ese diseño original, afectando a la humanidad y aun a
toda la creación. Y es que perfección implica plenitud. Si fuéramos humanos
perfectos, tuviéramos plenitud de conocimiento y todo lo haríamos bien, no necesitaríamos
tomar clases de nada para aprender algún oficio, ni aprender de los fracasos,
porque el éxito estuviera asegurado, todo nos tendría que salir bien. Pero no
es así. Dios trabaja hasta hoy para que sea así y los que hemos decidido vivir
ese diseño original a través de Cristo, lo vamos experimentando gradualmente y
contamos con la esperanza que llegará el día que se dará por completo.
La teología lo define como vida eterna, un Reino que lo vivimos aquí
y ahora y por el resto de la eternidad. También la describe como un “ya pero
todavía no”. Y yo he hallado, que esta es la mejor manera de vivir por el
momento. Sin amar, pero tampoco sin odiar el fracaso. No nos conformamos con el
fracaso, pero tampoco lo satanizamos. Si vamos a amar a algo o a alguien que sea
a Dios. Pienso que si le damos la importancia que se debe a Dios no tendríamos
que darle importancia al fracaso.
El problema del religioso, es que ha desarrollado una fijación al
fracaso y se llena de culpa obsesivamente, magnifica el fracaso en vez de
magnificar a Dios. No es bueno tampoco llegar al otro extremo, de encariñarnos
con el fracaso, valiéndonos del discurso de “aún somos pecadores, perdonados
pero pecadores”, haciendo mal uso de la gracia. A más de esto, la Biblia nos
dice que el que está en Cristo, cada vez se va pareciendo más a Él, va
creciendo en estatura hasta llegar a la del Varón perfecto. Esto me hace una
vez más, enfocarme en Jesús y en el carácter que Dios quiere desarrollar en mí.
Esto aplica inclusive a nuestras relaciones y en esas ocasiones que el
fracaso no depende de nosotros. El ama de casa querrá tener su casa perfectamente
limpia y ordenada pero habrán otros que se interpongan en ello, el bachiller de
colegio se graduará y querrá estudiar una carrera en una universidad que tal
vez no pueda pagar, una prometedora relación y planes de matrimonio se fracturan
por una infidelidad, un pastor querrá tener la iglesia mas unida de todas, pero
habrán hermanos conflictivos que lo impedirán, te promocionarían a un puesto en
un sucursal internacional y por la pandemia no puedes llegar al destino. Siempre
habrá cosas externas que no puedes controlar: personas, catástrofes o simplemente
imprevistos que harán fracasar tus planes. No sería mejor poner nuestros
esfuerzos en las variables que si podemos controlar, como nuestro carácter y
nuestra reacción ante el fracaso.
Sin duda Dios, usa aún el fracaso para moldear nuestro carácter.
Pienso que a Dios le tiene sin importancia el fracaso, no es algo que le quite
el sueño, mas bien lo usa a nuestro favor. Y así, mientras estemos en este
mundo, cada quien lidiará con fracasos internos o externos. Dios me ha enseñado
a abrazar, pero no amar al fracaso; tenerlo como amigo, pero no casarme con él.
Por sobre todo pedirle ayuda siempre a Él y finalmente no medir mi éxito por
cuantos fracasos tengo si no, por cuánto de Cristo tengo desarrollado en mi carácter.
A mí, esta perspectiva me cambió la vida, espero que hoy pueda ayudarte a ti también.
¡Hasta la próxima!
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